Mayo del 37

 

“Nunca será posible el obtener una versión completamente exacta e imparcial de la lucha de Barcelona, porque los documentos necesarios no existen. Los historiadores del futuro dispondrán únicamente de una masa de acusaciones y de propaganda partidista. Yo mismo no cuento sino con muy pocos datos, con aquello que vi con mis propios ojos y aquello que he sabido por otros testimonios que considero fidedignos. Esto no obstante, creo que podré desmentir algunas de las mentiras más flagrantes y ayudar a una consideración de todo lo ocurrido desde una cierta perspectiva.” George Orwell


La táctica stalinista en la guera española
Nadie puede dudar de la intervención decisiva de la URSS en la guerra española. Ahora, las circunstancias en que ello se produjo, alejadas de cualquier solidaridad por parte del dictador Stalin merecen la pena un espacio para la reflexión por cuanto pertenece ello a esa parte de la historia que apenas se reveló por oscuros intereses. En el momento en que se produjo la sublevación franquista las relaciones diplomáticas del régimen soviético sufrian un gran aislamiento, a lo que hay que añadir la subida al poder de Hitler en Alemania. Es por ello, que Stalin miró con lupa la situación española y hasta que no comprobó que Franco lo iba a tener difícil para una rápida victoria no se decidió a intervenir a favor de la república y de esta manera encaminar sus intereses: una alianza con Francia e Inglaterra por un lado y despertar la alerta a Alemania por otro. Por la tanto, la intervención soviética en España se produjo por sus intereses políticos en el extranjero y no por afinidades revolucionarias; hacía tiempo que Stalin había abandonado la idea de una revolución mundial. Muy al contrario, los regímenes fascistas afines a Franco, Italia y Alemania, intervinieron directamente, sin ninguna ocultación. Si la ayuda de la URSS hubiera seguido este camino, la suerte de la república hubiera sido otra, pero Stalin nunca arriesgó nada, muy al contrario, hasta que no se aseguró de la existencia del suficiente oro en la banca española para pagar el material de ayuda, no se decidió a intervenir. Y cuando esto se produjo, fue bajo la consigna a sus agentes de mantenerse lejos del fuego de artillería, cosa que ocurrió durante todo la duración del conflicto bélico. A pesar de la ignominia stalinista en su participación en la contienda española, hubo viejos revolucionarios en el Komintern, nostálgicos de la revolución mundial, que acudieron a nuestro país en sincero apoyo y organizaron actos de todo tipo para convocar ayudas. Pero esto no proporcionaba material bélico a la república con el que si contaba el bando contrario. La idea de Stalin era la de crear un régimen en España bajo su dominio que diera confianza a Francia e Inglaterra -temerosas por un lado de una revolución proletaria y por otro de un asentamiento fascista en una posición estratégica en el Mediterraneo- con lo cual conseguir su alianza. Si estas naciones le fallasen, siempre podía buscar un pacto con Alemania. También hay que comentar para comprender la situación de la debilidad del régimen stalinista del momento la busqueda, en su afán de perpetuar la dictadura, del apoyo de comunistas e idealistas internacionales que no estaban conformes con la represión y las purgas stalinistas y que deseaban una ayuda soviética a la causa de la república española. A finales de agosto del 36, Stalin ordenó la creación de una red comercial de armamento para la República española al igual que una filial hispana de la policía secreta soviética que coordinaría sus actividades con las del PCE -o para ser más exactos, controlaría a este partido- y vigilaría a los voluntarios que accedieran a España para impedir que establecieran contacto con los elementos hostiles a las ambiciones y la política de Stalin. Para que resultara fácil la dominación stalinista otro objetivo sería la eliminación de las milicias y la creación de un ejército bajo un mando único. Las condiciones para eliminar toda oposición a las intenciones de Stalin estaban servidas; los objetivos principales serían el aplastamiento del POUM -Partido Obrero de Unificación Marxista*- y, ante la numerosa envergadura cenetista, la difamación de la revolución anarquista.

Mayo sangriento
La preparación de lo que desembocaría en los sucesos de la primera semana de mayo de 1937 se gestó, quizá, ya a finales de agosto de 1936 cuando comenzaron los ataques de comunistas contra anarquistas; es significativo el artículo de Jesús Hernández, director de Mundo Obrero, donde ataca la supuesta preferencia de los anarquistas por la retaguardia y amenaza con una “puesta en razón” para después del triunfo sobre el fascismo. Otro ejemplo de la campaña en contra de las experiencias anarquistas lo constituyó el Primer Congreso de los trabajadores de la Tierra, organizado a finales de enero de 1937 por la UGT, dominada por los estalinistas, y donde se manifestaron enérgicamente en contra de las colectivizaciones en aras del fatídico argumento de la victoria primero sobre el fascismo. Otro asunto notable que preparó las sangrientas jornadas de mayo fue la fraudulenta sustracción de 12 tanques el día 5 de marzo por parte de milicianos comunistas en uno de los depositos de material bélico controlados por la CNT; dicho material no estaba destinado al frente sino a la preparación estalinista de los enfrentamientos en la retaguardia. Las provocaciones y enfrentamientos se sucedieron hasta desembocar en una crisis del gobierno de la Generalitat debido a un decreto del 4 de marzo en el que daba por disueltas las Patrullas de Control de las organizaciones obreras y se iniciaba el plan de desarme de la retaguardia; obviamente, el plan era desposeer de armas a las fuerzas revolucionarias y dar el control a fuerzas gubernamentales. Naturalmente que esto no ocurrió así, las patrullas de control no solo no entregaron las armas sino que desarmaron a todas las fuerzas de policia En Barcelona no hubo celebración del 1º de mayo, al contrario del resto del país donde CNT y UGT pedían conjuntamente la unidad de la clase obrera española. Esto, quizá era posible en determinados lugares pero no en Barcelona donde la UGT había caído bajo el control del PSUC -Partido Socialista Unificado de Cataluña, versión catalana del Partido Comunista- que había eliminado de sus filas a significativos militantes del POUM , partido cuyo dirigente Andrés Nin había denunciado las intenciones stalinistas en la guerra española. Las purgas soviéticas de todo elemento hostil a las intenciones de Stalin y el asesinato de la revolución habían comenzado. La tensión que vivió Barcelona este primero de mayo y el antagonismo de revolucionarios/contrarrevolucionarios es inmejorablemente descrita por George Orwell en su sentido libro Homenaje a Cataluña. Los dos primeros días de mayo no conllevaron enfrentamientos serios a pesar de que la policía registraba continuamente a los viandantes para desarmarlos. “Solidaridad Obrera” denunció esta situación aludiendo a que la garantía de la revolución es el proletariado en armas. El PCE y el PSUC que tenían una cifra ridícula de afiliados antes de la guerra había crecido vertiginosamente en militancia con una explicación muy lógica, ambos partidos se mostraron como amigos del orden burgués, de la propiedad privada y contrarios a la revolución obrera y campensina, por lo que se atrajeron la adhesión de numerosos afectados por la misma. El día 3 se produjo el asalto a la central telefónica, símbolo de las colectivizaciones obreras en la ciudad, promovido pro Artemí Aguadé, Conseller de Interior de la Generalitat e individuo de oscuro pasado inexplicablemente nombrado por Companys para dicho puesto. Catalanismo y estalinismo perseguían idéntico objetivo: dar batalla al anarquismo y al POUM en Catalunya para producir una crisis en el gobierno central que provocara la dimisión de Largo Caballero y sus substitución por Juan Negrín, títere de la política soviética. La acción contra la Telefónica fue acompañada por el despliegue de fuerzas en diferentes puntos de la ciudad lo que demostraba las aviesas intenciones de los atacantes. En la tarde de ese tercer día de mayo se produjeron esporádicos tiroteos aunque no se llegaron a levantar barricadas, se aguardaban los resultados de la reunión del gobierno que desde las tres de la tarde se celebraba en el Palacio de la Generalitat. En esta reunión los delegados de CNT pidieron la inmediata dimisión de Aiguadé así como la de Rodríguez Salas, comisario general de Orden Público. El PSUC y la Esquerra Republicana de Catalunya se negaron rotundamente lo que acabó desvelando la complicidad de estos partidos y de Lluis Companys en el asalto a la central. Ya entrada la noche la información sobre el ataque era que los guardias de asalto no habían cumplido su objetivo y que los obreros se mantenían armados en la parte alta del edificio. El despertar del día 4 en Barcelona fue con la aparición de numerosas barricadas de adoquines, sacos terreros y de obreros armados por las calles, controladas mayoritariamente por CNT y FAI cuyas fuerzas habían sitiado determinados lugares de la ciudad, dispuestas al asalto. Sin embargo, hubo un suspenso impuesto por los comités de la CNT-FAI en espera de evitar el enfrentamiento armado, se pidió de nuevo la dimisión de los responsables del asalto y recurrieron a los anarquistas presentes en el gobierno de Largo Caballero para que denunciasen la anómala situación. Hay que recordar los dos bandos antagonistas: de una parte, la fuerza pública (Guardias de Asalto, Guardia Nacional Republicana, Guardias de Seguridad y Mozos de Escuadra) y los partidos PSUC y Estat Català (comunistas y separatistas); de otra parte, las fuerzas populares formadas por los anarquistas (CNT, FAI y Juventudes Libertarias), el POUM y las Patrullas de Control; los comités de defensa Confederal (CNT-FAI), organizados tradicionalmente por barriadas, fueron los grandes estrategas de la contraofensiva popular. Durante los días 4 y 5 hubo ataques y contraataques en la zona que circunda la Barcelona antigua en cuyo centro está el Palacio de la Generalitat. La prensa y la radio pedían calma y obediencia al consejero de Interior, Artemi Aiguadé, provocador de los hechos. Por si no tuviera suficiente con las fuerzas armadas, la Generalitat echó mano de una fuerza militar: las milicias pirenaicas con la que protegió su palacio, la plaza de San Jaime y sus alrededores. Por la tarde del día 4 llegaron a la Generalitat el ministro de Justicia, Joan García Oliver, una delegación de CNT y otra de UGT. Más tarde, hablarían por la radio Garcia Oliver y otros pidiendo calma a la población y el abandono de la lucha. Gran parte de la militancia anarquista consideró que los compañeros anarquistas que ocupaban altos cargos habían picado el anzuelo, diciendo lo que Companys quiso que dijeran, reclamando un abandono de las armas para reforzar la unidad antifranquista y obviando los verdaderos motivos que habian llevado a este enfrentamiento civil dentro de la guerra civil. Durante toda la noche del 4 al 5 de mayo, mientras que los combatientes permanecían frente a frente, en el Palacio de la Generalitat, se sucedían las negociaciones. La táctica estalinista y de sus aliados de arrebatar el poder a los comités obreros había chocado enérgicamente con los trabajadores en armas. La jornada del día 5 iba a ser el punto culminante de la batalla. Las luchas fueron aún mas violentas que el día anterior, por todas partes, patrullas de muchachos y muchachas se dirigían a las barricadas o a participar en los golpes de mano contra los edificios ocupados por los estalinistas y las fuerzas policiales. Si embargo, hubo dos grandes derrotas por parte de las fuerzas revolucionarias: la Guardia Civil tomó la Estación de Francia, ocupada por los anarquistas ,y los empleados de la Central Telefónica se rindieron finalmente ante los Guardias de Asalto. Por otra parte, desde la dirección de la CNT y el POUM se estaba decidiendo la llamada a la retirada. Es posible que la vacilación en las masas -en la actitud errónea de espera de consignas- que se lanzaron ardorosamente en defensa de sus conquistas revolucionarias propiciara la perdida de la Estación y la Telefónica. Este día 5 el gobierno de la Generalitat dimitió gestándose enseguida una nueva configuración donde iba a figurar Antonio Sesé, secretario general de la UGT, que murió ese mismo día en extrañas circunstancias. El PSUC acuso de su asesinato a fuerzas anarquistas que lo negaron. Sin embargo, esta muerte provocó una nueva ofensiva por parte de los comunistas no sólo en Barcelona, sino también en varias ciudades y pueblos de Cataluña. En la tarde del días 5 se produjo el infame asesinato de Camilo Berneri y Francesco Barbieri por parte de las gentes del PSUC y los mozos de escuadra afectos a la Generalitat. Esta alianza solo se comprende por el odio que el Estat Catalá profesaba al anarquismo. Berneri, gran cerebro del anarquismo internacional, había desenmascarado desde el periódico “Guerra di Classe” la política de Stalin en España lo que produjo a la postre su cobarde eliminación.

* Uno de las grandes falacias históricas es la de atribuir una orientación trotskista al POUM, lo cual es desmentido por el propio Trotski. Si bien al principio de la guerra, sus dirigentes, Andreu Nin y Andrades, se dispusieron al integrarlo en la disciplina trotskista, e incluso se tenía intención de publicar en su órgano de prensa, La Batalla, un artículo semanal de Trotski, éste, criticó muy severamente la defensa de Nin del gobierno frentepopulista y su entrada en el gobierno de la Generalitat formado por burgueses. Si bien es verdad que la táctica del POUM podía estar cercana a la de la revolución permanente lo que propicio su aplastamiento por parte de los estalinistas.

Bibliografía

Viaje al pasado

Abel Paz

Revolución y Contrarrevolución en Cataluña. 1936-37

Carlos Semprún Maura. Editoral Tusquets. 1977

Mayo Sangriento

Manuel Cruells. Editorial Juventud. 1970

Los amigos de Durruti, los trotsquistas y los sucesos de mayo

Frank Mintz y Miguel Peciña. Campo Abierto Ediciones. 1978