Un enclave cenetista en una ciudad levítica: apuntes para una historia del anarquismo en Cuenca

Irma Fuencisla Álvarez Delgado y Ángel Luis López Villaverde (comunicación del Congreso del 75 aniversario de la FAI, , celebrado en Guadalajara en 2002)

 

La presente comunicación pretende dar protagonismo al estudio del anarquismo en Cuenca desde una perspectiva global, debido a la ausencia de una investigación en profundidad al respecto que complete el camino iniciado con sendas tesis sobre la II República y la Guerra Civil en Cuenca1, y que apuntan una situación tan atípica como interesante; porque Cuenca, aun siendo una “ciudad levítica” y conservadora, capital de una provincia de base fundamentalmente agrícola, sin apenas tejido industrial y con un fuerte entramado de redes caciquiles2 (que pervivirán casi intactas y actuarán a lo largo del período republicano), va a ser, sin embargo, un feudo cenetista en la retaguardia republicana al menos en los primeros años del conflicto bélico. En estos años la organización alcanzará su momento álgido y la propia provincia quedará convertida, por el devenir de los acontecimientos, en un punto estratégico, como núcleo de comunicación entre Madrid y Valencia. Pero la presencia y el crecimiento de esta organización en la capital se había iniciado mucho antes.

Reconstruir sus comienzos y su trayectoria anterior a la proclamación de la República no es una tarea fácil, no sólo por la escasa documentación, sino porque la “losa” del miedo y la represión franquista cayó más pesadamente sobre los anarquistas conquenses, condenados no sólo al desprecio sino al olvido. Son complejas las  razones que explican este crecimiento cenetista y su implantación mayoritaria en esta ciudad, pero lo cierto es que desde 1931 se hizo con el control de la Casa del Pueblo y en julio de 1936 tuvo una intervención  decisiva en el fracaso inicial de la insurrección, lo que, en cierta medida, determinó el papel que Cuenca jugaría en la retaguardia. Y, por encima de todo, queremos rescatar la memoria de unos hombres y mujeres que se atrevieron a “desafiar” y “desestabilizar” la tranquila paz del caciquismo conquense.


1. Antecedentes

Los inicios del asociacionismo conquense son bastante imprecisos y tardíos. Cuenca era una provincia escasamente industrializada que, a comienzos de los años treinta del siglo XX no había conseguido aún superar la fase artesanal, ni siquiera en la capital, único núcleo urbano relativamente importante3. Aunque contaba con recursos naturales (sobre todo madereros) que hubieran podido servir de base para un desarrollo industrial, sin embargo carecía de una auténtica burguesía lo que, unido a la tardía llegada del ferrocarril y a los efectos descapitalizadores de la desamortización explica que en época tan tardía conservara una estructura preindustrial “regresiva”.

Pocos eran los sectores que contaban con establecimientos de carácter industrial al finalizar la década de los veinte y aun en estos, con excepción de los de materiales de construcción, fábricas de luz y los de madera, mueble y resinas, su número era poco relevante con respecto a los de carácter artesanal; situación que sin duda  se encuentra en la base del retraso en la creación de sociedades obreras de carácter reivindicativo e incluso de las de carácter benéfico, pues hasta 1903 no había aparecido en Cuenca la primera sociedad benéfico obrera de Socorros Mutuos4.

Más impreciso todavía es tratar de hallar el punto de conexión entre los trabajadores conquenses y los postulados anarquistas. Max Nettlau, en su libro acerca de la Internacional y la Alianza en España, cita la existencia de una larga carta de Francisco Mora, en agosto de 1871, a dos propagandistas de la Internacional en Cuenca5, desconocemos los términos de la carta y no queda constancia de ningún grupo organizado, aunque podemos suponer que quizá “la Idea” había empezado a germinar en un pequeño grupúsculo.

Lo que sí podemos, es fechar la llegada de prensa libertaria en los primeros años del siglo XX. En 1911 el semanario barcelonés Tierra y Libertad en su sección Maremagnum daba cuenta de que “Vida Libertaria enviará una suscripción a Felipe de la Rica, Calderón de la Barca 24, Cuenca” al tiempo que registraba el envío de 5,70 pesetas del mismo para el pago de dos suscripciones a este semanario, folletos y ayuda a causas solidarias.6 

En todo caso, el punto de arranque del asociacionismo conquense, aunque extremadamente débil en sus comienzos, fue La Sociedad Obrera La Aurora7. El hecho de tener como función principal el ser una “bolsa de trabajo” (y considerando el acuciante problema del paro, la carestía y el empeoramiento constante de las condiciones de trabajo de los obreros), imprimió desde el primer momento un carácter reivindicativo y combativo a la naciente sociedad obrera frente al caciquismo y los poderes públicos así como un marcado anticlericalismo, reflejados constantemente en las páginas de sus órganos de difusión, Vida Obrera, semanario de corta vida, y, sobre todo, La Lucha8. Precisamente esta última publicación nos va a suministrar variadas pistas, que a falta de documentación oficial, permiten “seguir el rastro” de los militantes y simpatizantes anarquistas.

La Aurora, ligada en un principio a una inicial agrupación socialista conquense, era en realidad una federación de sociedades muy heterogénea y en la que convergían muy distintas tendencias ideológicas9. La componían desde sociedades integradas en la UGT hasta otras consideradas “independientes”, lo que tenía su reflejo en la amalgama de fuerzas de izquierda (el republicanismo, el socialismo, la masonería, el librepensamiento y, cómo no, también la ideología libertaria) tanto de su directiva como de la redacción de su órgano de prensa. Desde las páginas de La Lucha, en las que no son excepción los artículos firmados por destacadas plumas de ideólogos y escritoras o escritores libertarios, se animaba a los obreros conquenses a suscribirse a La Revista BlancaGeneración Consciente, leer las obras de Eliseo Reclús o Federica Montseny e incluso se exhortaba a las mujeres a luchar por su emancipación engrosando “con toda premura y a toda costa las filas del sindicalismo” rebelándose “por la revolución, contra la propiedad y la autoridad en todas sus formas” puesto que “la anarquía (les) brinda su vida”.10

La militancia socialista de la mayoría de los dirigentes de La Aurora (o, al menos, su consideración de tal por las autoridades), aseguró una vida “legal” a sus secciones obreras y a sus integrantes (tanto ugetistas como “independientes”), durante la Dictadura de Primo de Rivera; una “tapadera” que debió favorecer e incrementar la militancia sindicalista, aunque no la afiliación. De otra manera no podrían explicarse acontecimientos posteriores.

Su órgano de prensa, La Lucha, pudo editarse (aunque censurado habitualmente, sobre todo en los primeros años de la Dictadura) y dejó constancia de algunas disputas entre algunos destacados representantes del socialismo y anarquismo conquense, reflejo de la dualidad de posiciones de la sociedad obrera. Destaca en este sentido la polémica recogida en sus páginas11 acerca de un artículo publicado por Felipe de la Rica –anterior director de La Lucha y ya significado anarquista, con una buena formación teórica y gran capacidad organizativa y proselitista– en El Día de Cuenca en 1926, en donde polemizaba con algunos dirigentes locales socialistas y denunciaba su expulsión de la sociedad obrera y que éstos, por la pluma de Crédulo M. Escobar, no tardaron en contestar y desmentir. De todos modos, la polémica no debió trascender más de la cuenta, y su militancia no debió de interrumpirse, si es que lo hizo, apenas. Incluso poco después encontramos al propio De la Rica en el mismo taller masónico (Electra)12 que los socialistas Escobar, Giménez de Aguilar o Llopis. 

La presencia anarquista en el seno de La Aurora continuaba en 1927, como reconocía La Lucha, en lo que parece ser una respuesta a algún “malintencionado” compañero del periodismo conquense: “Si, querido colega... En Cuenca hay obreros socialistas, sindicalistas, libres y ...LIBERTARIOS (¡!)”.13

Y este mismo año, 1927, nacerá La Alianza, sociedad de camareros, cocineros y similares, perteneciente a la federación gastronómica que unos años más tarde acabará afiliada a la CNT. Y también en los últimos años de la Dictadura, sea por el incremento de la militancia obrera o por el empeoramiento de la situación obrera en Cuenca, los conflictos laborales, junto al paro y a la protesta por la falta de libertades, provocarán la convocatoria de una huelga general en el verano de 1928 (de la que no queda constancia documental) pero que indica un cambio de rumbo en la actuación de los obreros conquenses.

Pocos meses después de desaparecer La Lucha, la sociedad obrera La Aurora va a tener una nueva reforma reglamentaria14 (la tercera) para constituirse desde 1929 en  Federación provincial de sociedades y secciones obreras. La fórmula federativa, nos permite ya atisbar un mayor peso de la organización anarquista por más que en la declaración de principios del reglamento de octubre de 1929 se siga manteniendo el mismo espíritu plural que hasta entonces la había animado.


2. La república

La II República (y en especial su primer bienio) constituyó el período de consolidación e implantación definitiva de la Federación anarquista en Cuenca. En julio de 1931 La Alianza, convertida en sindicato de Industria Gastronómica y anexos de Cuenca, ingresó en la CNT. No obstante, ya dos meses antes está documentado el primer acto de los afiliados y simpatizantes cenetistas; se trata de una comida organizada el Primero de Mayo por la sociedad de camareros, en la que distintos oradores al tiempo que  propugnaban “la acción directa en las luchas sociales”, fustigaban a “los políticos que con su falso redentorismo encubren sus ansias de cargos obstaculizando el triunfo de las reivindicaciones obreras”, en una actitud de evidente rechazo a la colaboración obrera respecto al régimen republicano, en cuya lentitud veían “la garra reaccionaria” y el interés “en que la reacción y el clericalismo no pierdan su atrincherada posición”15. Dicho acto culminó con una intervención de Felipe de la Rica, en la que defendía la táctica sindical de la Confederación y animaba para que de esa reunión saliera “un núcleo preparado para propagar entre los trabajadores conquenses las orientaciones de la Confederación Nacional del Trabajo”. 

Y en efecto, en septiembre de este mismo año, la dimisión de la junta directiva  de  la sociedad obrera La Aurora (de mayoría socialista y elegida días antes del cambio de régimen) obligó a unas nuevas elecciones, que dieron el triunfo por ciento veinte votos de diferencia a una lista integrada en su mayoría por cenetistas. La respuesta a dicho vuelco parece estar relacionada con la llegada a Cuenca de trabajadores portugueses que, represaliados por la dictadura de Salazar, fueron empleados en las obras del ferrocarril; los trabajadores emigrados, que pertenecían a la Federación Regional portuguesa, se integraron en La Aurora y se afiliaron a la CNT, incrementando un número de simpatizantes anarquistas que, teniendo en cuenta el voto por secciones, ya debía ser considerable16. La nueva situación produjo sin duda una fractura entre los obreros conquenses, pues los ugetistas no tardaron en abandonar la sociedad y su sede para fundar la suya propia17; desde entonces se dio el caso bastante insólito de que la Casa del Pueblo sería la sede de la CNT.

Pero al margen de este cambio interno, conviene resaltar el que trascendió más allá de sus paredes. Desde que Víctor Delgado y Miguel Ábalos fueron elegidos presidente y vicepresidente, respectivamente, de la nueva Aurora cenetista, la Casa del Pueblo adoptará medidas más radicales18 y su nueva estrategia huelguística tuvo su impacto en la vida de una ciudad hasta entonces demasiado indolente. La otrora pacífica Cuenca vivía unos momentos de una conflictividad laboral sin precedentes, y no sólo en la capital sino también en la provincia. Aunque sin la contundencia de otros lares, tanto en el ámbito rural, bajo la batuta de la ugetista Federación de Trabajadores de la Tierra, como en el capitalino, por la CNT, sin embargo, la situación molestó de manera evidente al gobernador civil, Alicio Garcitoral, quien llegó a afirmar que la provincia “sufría una sorda convulsión que se manifestaba en constantes chispazos de agitación popular” y que las sociedades conquenses eran indisciplinadas y revanchistas19.

En 1932, la antigua Aurora dio paso a la Federación Provincial de Trabajadores de Cuenca, integrada en la Confederación Regional del Centro. Para entonces, la CNT conquense disponía de su propio órgano de prensa (el semanario ¡Adelante!20) y había crecido considerablemente21, por lo que estaba en camino de convertirse en la fuerza sindical hegemónica en la capital. Y su gran capacidad de movilización se puso de manifiesto en las sucesivas huelgas convocadas en ese año y el siguiente, motivadas por la “angustiosa crisis de trabajo” que padecían los obreros de la capital, como incluso se reconocía en la prensa menos afín al sindicalismo (aunque acusando a los anarquistas conquenses de “significados agitadores para lanzar a la revuelta al elemento obrero”). Como era habitual en todas partes, solían ir precedidas y seguidas de la detención de los  principales dirigentes22, la clausura de la Casa del Pueblo y el secuestro de su órgano de prensa, que tuvo problemas para publicarse en varias ocasiones por encontrarse en prisión la mayoría de sus redactores. Sobre su seguimiento nos encontramos opiniones contrapuestas, como es habitual; la prensa local solía informar de actuaciones violentas por parte de los huelguistas y manifestantes que, lógicamente, eran desmentidas por éstos a través de las páginas de ¡Adelante!

Aunque no disponemos de datos fiables de afiliación, todo indica que ésta iba aumentando y no sólo por la necesidad de encontrarse afiliado a un sindicato para obtener trabajo, sino porque servía de referente a los trabajadores23 que rechazaban tanto la evolución de la política gubernamental como la actitud colaboracionista mantenida hasta entonces por la UGT, y demandaban un cambio más profundo. En 1933, la CNT contaba en Cuenca con las secciones de camareros, albañiles, madera, canteros, carpinteros, varios, mosaístas, peluqueros y barberos, algunas de las cuales habían pertenecido antes a la UGT.

Unos 700 confederados aseguraba tener la Federación local de Cuenca en su informe presentado el 6 de mayo de 1934 al pleno de la Regional de Centro de locales y comarcales, con los que “En caso determinado, (...) podrá paralizar, como en otras ocasiones, la vida de la ciudad”. Pero a estas alturas, principios del segundo bienio, no se vivían buenos momentos para el movimiento sindical en su conjunto. En dicho informe, el sindicato conquense daba cuenta de la “situación económica catastrófica” en que se encontraba, motivo por el cual no podían llevar a cabo una propaganda eficaz y bien orientada hacia los sindicatos de la provincia, donde sin duda había “excelentes militantes” que “andaban algo desmoralizados” ante la importante  presencia en la provincia de las organizaciones de la UGT24.

Entre los afiliados de la capital había mujeres, lo que venía a suponer en Cuenca una novedad casi revolucionaria. Cierto es que, en muchos casos (pues conocemos sus nombres través de la prensa) existía una relación personal o de amistad con sus dirigentes, pero no por ello hay que descartar una afinidad ideológica o una mayor concienciación entre las trabajadoras conquenses, pues ya desde  las páginas de La Lucha se había intentado realizar en años anteriores una gran labor en este campo.

Y, por supuesto, también había jóvenes, encuadrados en las Juventudes Libertarias, cuya andadura comenzó en 1934; con pocos afiliados y vinculados en varios casos por relaciones familiares con los otros cenetistas, pero que protagonizarán algunos de los hechos “más sonados”25 en años siguientes.

Tras la fracasada revolución de octubre, y pese a su nula incidencia en Cuenca, la represión alcanzó también a los más destacados anarquistas conquenses que, como en el resto del país, fueron encarcelados sólo por su pertenencia al sindicato;  las dificultades no mermaron sus fuerzas, aunque sí experimentaron cambios, porque una vez restablecida la normalidad será ahora cuando surgirá un sector afiliado a la CNT-FAI.

Las diferencias tácticas o estratégicas entre los distintos sectores no afectarán a la organización, empeñada en mantener la unidad de acción en la ahora denominada Federación Provincial de Sindicatos Únicos. Y tampoco debieron afectar, siguiendo las consignas del Comité Nacional, a la nueva táctica de abandono de las posturas antipolíticas.

Frente al abstencionismo propugnado hasta entonces, sus militantes tuvieron libertad de voto en las elecciones de febrero de 1936, lo que debió de beneficiar a la candidatura del Frente Popular, que contaba con dos abogados (Luis García Cubertoret y Aurelio López-Malo) que habían defendido con éxito pocos meses antes a unos jóvenes libertarios detenidos. Ambos fueron los candidatos más votados de la capital tanto en febrero como, sobre todo, en mayo de ese mismo año, al repetirse los comicios por las irregularidades detectadas en aquellos comicios.

Mientras tanto, la CNT había logrado aumentar su número de seguidores en la provincia de Cuenca; en 1936 llegaban a quince sociedades obreras y unos mil cien afiliados, la mayoría de ellos (1.060) en la capital26, algunas decenas en Tarancón y algunos más en pequeños municipios conquenses27, a pesar de los “inconvenientes” y la “oposición” del gobernador civil para la legalización de nuevos sindicatos28.

Contando con esta fuerza, la manifestación del Primero de Mayo de 1936, dos días antes de celebrarse la repetición de unas elecciones a las que el atractivo de la “Covadonga del resurgimiento derechista español” (como había sido calificada desde años atrás la conservadora ciudad de Cuenca) era una buena cancha para que los candidatos José Antonio Primo de Rivera (que pretendía salir de la prisión) y Francisco Franco Bahamonde (a la sazón conspirando contra la República desde su destino en Canarias pero que buscaba jugar a dos bandas por si no se consumaba la sublevación aún en ciernes) intentaran un acta de diputado que la autoridad electoral provincial acabó impidiendo. En este contexto, la manifestación del Primero de Mayo acabó con el asalto al convento de San Pablo y el saqueo de su magnífica biblioteca así como la marcha de sus frailes de Cuenca, tras escucharse unos disparos que algunos manifestantes interpretaron que provenían de los paúles. El suceso hay que enmarcarlo en el fragor de un clima político que había situado a Cuenca en primera plana de la información nacional, y a donde habían venido para hacer campaña tanto el socialista Prieto como un hermano del líder falangista. La prensa y los testimonios de la época son contradictorios29, pues mientras la derechista la calificaba de maltrato y vejación para los monjes, la izquierdista hablaba de “provocación intolerable de los paúles” y justificaba su abandono de la ciudad para evitar hechos violentos.

En cualquier caso es el primer episodio de un anticlericalismo30 hasta entonces circunscrito a las páginas de La Lucha, Electra, ¡Adelante! y Heraldo de Cuenca, pero que adquirirá caracteres clerófobos unos meses más tarde. La levítiva Cuenca, que tenía, en especial, en su parte alta un alto número de clérigos y monjes (amén del obispo y el cabildo) y lugares de culto, cuya influencia social se reflejaba claramente en un distrito calificado por la prensa izquierdista como la Sión, se enfrentará en los meses siguientes a una revolución social y a una persecución contra el clero a raíz de la sublevación impulsada por un sector del ejército y los más conspicuos contrarrevolucionarios. Pero fueron éstos, los sublevados contra un régimen legítimo –amparados en el ideal de Cruzada para blanquear sus propósitos—, los mayores responsables de encender la chispa revolucionaria (que supuestamente querían evitar) e iniciar una sangrienta lucha fratricida que provocó la postración del país durante décadas.


3. Los anarquistas en el fracaso de la conspiración civil31

El 18 de julio de 1936, contra todo pronóstico y a pesar de que a gran parte de la población conquense le podría haber gustado lo contrario, Cuenca no llegó a adherirse a la rebelión. Todas las fuentes coinciden en mostrar al trío CNT, FAI y Juventudes Libertarias, como los actores principales en el proceso de respuesta a la conspiración de la ciudad. A pesar de las disensiones internas (que sin duda las hubo y manifestarán en algunas actuaciones posteriores), mantendrán una fuerte cohesión estructurada, tanto en la afinidad ideológica como en la amistad, factor éste decisivo para asumir el control de la situación en los primeros momentos.

Desde principios del verano, la Falange Española había asumido el papel movilizador en la trama conspiratoria, pero su escaso número de afiliados le impedía hacerse con el control de la provincia; por  ello contaba para llevar a cabo sus planes con apoyos de Madrid y confiaba en las fuerzas del orden y, más concretamente, en la Guardia Civil así como en la movilización de la ciudadanía conservadora. Pero la detención de algunos de los principales cabecillas falangistas en la madrugada del 14 de julio con la consiguiente descoordinación de sus fuerzas, la  escisión que se vivía entre los guardias concentrados y entre sus mandos, unida a la indecisión de los comprometidos con la rebelión y la ausencia de movilización de una parte de la población a la espera de acontecimientos, facilitó un tiempo precioso para la organización de milicias que, aunque débilmente armadas, de inmediato poblaron la ciudad para “abortar cualquier posible iniciativa de elementos civiles o militares”32.

Las milicias anarquistas (a las que se unieron también ugetistas y republicanos) organizadas de inmediato desde la Casa del Pueblo, fueron las primeras en pasar a la acción; ya el día 18 llevaron a cabo registros, detenciones y confiscaciones de bienes en comercios y organizaron patrullas de vigilancia en la ciudad y en las carreteras, al tiempo que disponían la ocupación de los principales edificios. Al día siguiente, ante la negativa del gobernador civil a entregar armas, los milicianos asaltaron las armerías, reforzándose aún más el control de la CNT y las Juventudes Libertarias.

La respuesta de las autoridades políticas también fue rápida. El día 20 nació el Comité de Enlace Provincial del Frente Popular, con una representación equitativa de los integrantes de la coalición, incluyendo también a los anarquistas, que junto a  los socialistas y comunistas ostentarán la representación mayoritaria. Cinco de los dieciséis miembros de dicho Comité representaban a sus fuerzas: tres a la CNT (Elías Cruz Moya, Mariano Martínez y Pablo Requena) y dos a la FAI (Gerardo Alcañiz y Alberto Navarro). Nunca antes ni anarquistas ni comunistas (estos últimos, sin apenas presencia en la capital pero sí en la provincia) habían alcanzado tan alto grado de dominio en Cuenca, y nunca más volverán a tenerlo tras la derrota final. Fue la chispa revolucionaria que se encendió en julio de 1936 la que lo hizo posible.

A pesar  de la creación del Comité de Enlace, la CNT siguió asumiendo el control de la situación en los primeros días y ante la persistencia de las sospechas de conspiración en el cuartel de la Guardia Civil, el día 21 el presidente de la Federación Provincial, Elías Cruz, solicitó ayuda al Comité de Defensa nacional de la CNT que unos días más tarde envió a Cipriano Mera, entonces líder del sindicato de la construcción, quién acompañado de la plana mayor del sindicato madrileño, presionó ante el gobernador para que se desembarazara de la Guardia Civil; pero las noticias recibidas en la sede central de una segura insurrección de 200 guardias civiles del destacamento de Cuenca el día 28, le obligaron a un segundo viaje, esta vez al mando de ciento cincuenta hombres, evitándose definitivamente la sublevación.

Mera permanecerá en Cuenca hasta fines de agosto pero, a partir de este momento, y ante la falta de reacción del Estado Mayor del Ejército del Centro, el Comité de Defensa de la CNT-FAI tomará una serie de decisiones para situar a Cuenca en su papel de provincia de retaguardia “activa”, situación que mantendrá hasta el último momento. En Tarancón33 se establecerá un importante Cuartel de Milicias, en Cuenca se asentará una Columna para sus sucesivas reorganizaciones y desde la serranía se prepararán operaciones destinadas a los frentes de Madrid, Guadalajara y Aragón34.


4. La revolución social

Cuenca fue durante todo el conflicto una provincia de retaguardia y es posible que su situación geográfica, alejada del frente, pero nudo imprescindible de comunicación entre Madrid, Valencia y Aragón, facilitara que se mantuviera “leal” a la República hasta el último momento, tras la caída de Madrid, pero de lo que no cabe duda es de que en ella, gracias a la guerra, se produjo una auténtica revolución social, que “trastocó” totalmente la vida de la ciudad y de la provincia, alterando por completo las pautas de comportamiento tradicionales. “Cuenca, bajo el signo de la CNT” se leía en CNT de Madrid en agosto35; de “fortaleza anarquista” calificaban a la ciudad otros autores, y así fue al menos hasta bien entrado 1937.

Cuenca suministrará víveres y hombres a los frentes de Madrid, Guadalajara y Aragón, de lo que, en gran medida, beneficiará a las milicias anarquistas. Desde los primeros momentos se unieron cientos de jóvenes voluntarios a las filas de Cipriano Mera y a la Columna del Rosal; además se formó una columna de unos cinco mil milicianos voluntarios (procedentes de Valencia, Tarancón y Cuenca) que llegaba a Madrid el 24 de julio; también se formó el Batallón de Voluntarios de Cuenca número 2 creado entre los últimos días de agosto y primeros de septiembre de 1936. Y toda la provincia se convertirá en bases de asentamiento tanto de milicias como de las posteriores unidades del Ejército Popular36

Mientras tanto, las milicias anarquistas locales dispusieron controles para la salida y entrada de la ciudad y la provincia; y en colaboración con la UGT, fuerza mayoritaria en la provincia a través de la FNTT, llevarán a cabo una reorganización de la vida económica y social, impensable hasta estos momentos y que, lógicamente, por la ruptura que ocasiona y las circunstancias en  que se desarrolla, no va a estar en absoluto exenta de violencia y de represión.

Aunque hay que resaltar, que ésta no se manifiesta de inmediato; Rodríguez Patiño apunta también en este aspecto a un cierto mimetismo con respecto a lo que estaba ocurriendo en otras ciudades de retaguardia. La represión, encaminada a acabar con los elementos antirrepublicanos, tuvo como principales víctimas el clero (que sufrió el mayor número de bajas, obispo incluido) y destacados representantes de la CEDA y la Falange y prácticamente se circunscribió entre los meses de agosto de 1936 y febrero de 1937. Muchas de las acciones iniciales fueron llevadas a cabo por milicias incontroladas (aunque no siempre con el desconocimiento del Comité o de otros organismos locales y provinciales) y en municipios pequeños, a veces fueron más determinantes las rencillas personales que las cuestiones políticas37.

Pero la violencia en tan alto grado, nunca antes vivida entre la sociedad conquense, no será la única novedad. Las organizaciones obreras (UGT en la provincia y CNT, con un control casi absoluto en la capital) verán incrementarse considerablemente su  número de afiliados y secciones; incluso esta última, sin duda gracias a su nueva posición rectora irá alcanzando una mayor implantación en la provincia, donde desde comienzos de 193738, aunque con bastante retraso con respecto a otras provincias colindantes, se llevarán a cabo  colectivizaciones de tierras, con la novedad que supone, no ya la puesta en marcha de una experiencia de explotación colectiva de la tierra, previa incautación de la misma a los propietarios huidos o considerados enemigos de la República, sino el propio asociacionismo agrario, prácticamente inexistente en la mayor parte de los municipios de la  provincia con anterioridad a 1936.

Y, a pesar de su menor presencia, la central anarquista también va a estar presente en esta experiencia agraria; de las ciento dos colectivizaciones con las que contaba Cuenca en 1938, según los datos  del Instituto de Reforma Agraria, sólo cinco eran de titularidad anarquista, frente a treinta y siete de UGT, pero las sesenta restantes eran mixtas. Las buenas relaciones entre las dos  centrales, impulsadas a escala nacional por sus respectivos Comités Nacionales, también en el ámbito local se pusieron de manifiesto precisamente en estas experiencias que fueron, al parecer, las que mejor funcionaron en la provincia39.

A mediados de marzo de 1937, los responsables conquenses de ambas centrales “en vista de las constantes diferencias que se suscitan en los pueblos entre los componentes de las dos Sindicales (...) alrededor de los problemas creados por la Revolución” hacían públicas unas normas conjuntas “para el desarrollo del trabajo y la convivencia en los pueblos de la provincia donde ambas organizaciones tienen representaciones y afiliados”40.

Evidentemente, la experiencia colectivizadora no quedó limitada al campo. En la capital, desde los primeros momentos, se procedió a la incautación de edificios y locales pertenecientes a la Iglesia o a la “buena sociedad” conquense (casas señoriales o locales de ocio burgués, como el casino Círculo de la Constancia en el centro de la ciudad que pasó a ser la sede de la CNT); también, de inmediato, fueron requisadas las empresas públicas y privadas que pudieran garantizar los servicios considerados básicos a la población (teléfonos, telégrafos, correos, gas, electricidad, agua o algunos medios de comunicación...) y también comercios e industrias, que pasaron a explotarse colectivamente mediante asociaciones gremiales dirigidas por la CNT y la UGT. Estos procesos contaron, la mayor parte de las  veces, con el consentimiento del Comité de Enlace y los sindicatos o del nuevo Comité de Incautaciones creado al efecto, aunque no siempre fueron previas las disposiciones oficiales. Una parte de los comercios y en particular las fábricas de harina, resina y madera fueron confiscadas y colectivizadas, dándose incluso algún caso, como el de la fábrica de madera de Correcher, en el que tanto obreros como propietarios trabajaron conjuntamente41

En líneas generales, la experiencia colectivizadora (que alcanzó también a toda la industria gastronómica) supuso un radical cambio desde el punto de vista social aunque tuvo un escaso peso desde el punto de vista económico. Las dificultades económicas motivadas por el papel jugado por Cuenca como suministradora de recursos al frente y a otras provincias de retaguardia, la falta de tiempo y de infraestructuras y la, en muchos casos, poca disposición de los trabajadores a alterar sus formas de trabajo tradicionales entorpeció, en gran medida, un proceso provocado por los acontecimientos que se estaban viviendo es muy difícil valorar.

De cualquier forma, de la investigación realizada por Rodríguez Patiño parece desprenderse que, a lo largo de los tres años que duró el conflicto, la CNT asumió básicamente las tareas de organización de la vida municipal a través de una serie de comités, en colaboración no siempre fácil ni fluida con los socialistas y menos aún con los republicanos. Aunque en lo que respecta a su posición de control (difícilmente aceptada por éstos y sobre todo por los comunistas, representados en todos los órganos y sobre todo en la Junta Provincial de Defensa) variará en función del aumento de los afiliados a la central socialista UGT y, sobre todo, en función de las relaciones mantenidas entre éstos y el resto de los grupos políticos y sindicales.

Hasta la primavera de 1937, la posición de control  de la CNT es indiscutible, hasta el punto de que el Comité de Enlace, resultará casi inoperante desde los últimos meses de 1936, aunque sin llegar a desaparecer. Sin embargo, en el transcurso de 1937 y, sobre todo, en 1938, como reflejo de la situación nacional, se irá produciendo una progresiva escalada en el poder de los comunistas gracias al apoyo de socialistas y republicanos y una mayor asunción del control de la vida ciudadana por parte de los socialistas, aun cuando los anarquistas en modo alguno “desaparecerán de la escena”. De hecho, el nuevo Comité del Frente Popular, “remozado” en marzo de 1938, esta vez  integrado por diecinueve miembros, contará con tres representantes de la CNT (Víctor Delgado, Felipe de la Rica y Elías Cruz Moya) y tres de la FAI (Gerardo Alcañiz, Alberto Navarro y Agustín Álvarez), mientras que el PC sólo dispondrá de dos representantes.

Del distanciamiento entre las distintas fuerzas y los anarquistas, pronto se pasará al enfrentamiento “dialéctico” entre anarquistas y comunistas, con acusaciones mutuas de “contrarrevolucionarios” reflejadas en sus respectivos órganos de prensa, ¡Adelante! y Cuenca Roja, que se intensificarán tras los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona. Con un progresivo aumento de sus afiliados en la provincia, aunque no en la capital, los comunistas no escatimarán esfuerzos por alcanzar la hegemonía en Cuenca “liberándola” de “la acción corrosiva de los incontrolables”42 situándose para ello en los más relevantes  puestos políticos y militares.

El nuevo gobernador civil, el comunista Jesús Monzón, con el apoyo del Comité Central, desplegará una intensa campaña de propaganda para limitar la influencia anarquista y concienciar a la población conquense de la necesidad de apoyar la nueva organización; carteles que inundaron la ciudad, actos públicos, desfiles, impulso a las campañas del SRI43 son muestra de una intensísima actividad desarrollada sobre todo a lo largo de 1938, que, si bien consiguió un importante incremento de la afiliación en la provincia, apenas llegó a alcanzar unos centenares de afiliados en la capital.

A comienzos de 1939, también se precipitaron los acontecimientos en Cuenca. El gobernador civil convocó reiteradamente una asamblea de alcaldes para estudiar la situación, que, no obstante, no se celebró. Y el mismo día 5 de marzo (pasado el choque en Madrid entre los partidarios de Casado y los comunistas fieles al gobierno de Negrín) Jesús Monzón abandonó la ciudad –ante el previsible fracaso del levantamiento que los comunistas preparaban también en Cuenca–, tras lograr ser nombrado secretario general del Ministerio de Defensa Nacional44. Poco después huían a Valencia y Cartagena la mayor parte de los miembros del Comité Provincial del PC, mientras su organización y su sede eran desmanteladas.

De nuevo, aunque ya por poco tiempo, el control pasó a manos anarquistas. El último gobernador de Cuenca fue el cenetista Sigfrido Catalá Tineo, secretario de la Federación local madrileña, quién firmó su primer decreto como tal el 7 de marzo, aunque el nombramiento no se hizo oficial hasta el día 22.


5. El final de la guerra, la represión y la lucha clandestina

El papel protagonista alcanzado durante la contienda y su permanencia en la capital hasta los últimos momento iba a volverse ahora en contra de los anarquistas conquenses. Tras la caída de Madrid, las tropas de Franco llegaron a Cuenca en la madrugada del día 29 de marzo. Los últimos dirigentes del Comité, de la Comisión Permanente y el gobernador que permanecían en la capital fueron apresados y los que habían marchado poco antes hacia el puerto de Alicante fueron detenidos y recluidos en los campos de Albatera, Alicante y Orihuela; por poco tiempo, pues el 25 de abril el periódico Unidad45, bajo el epígrafe de “Redada de asesinos” daba cuenta de la detención por el servicio de investigación de la Falange local de dieciocho  “destacados extremistas”, entre ellos seis de los miembros del último Comité de Enlace,  fusilados el 10 de mayo, tras un consejo de guerra en el que, como era  habitual “el Ministerio fiscal sometió a los procesados a un minucioso interrogatorio, renunciando al mismo la Defensa”46.

Desde el primer momento, los falangistas se harán cargo de la búsqueda y captura de los “ladrones, asesinos e incendiarios”; a tal fin en la mañana del 15 de abril se reunieron en el cine Royal47 “los camaradas que durante el dominio rojo han sido objeto de encarnizadas persecuciones (...) con el objeto de crear (...) una Junta o Tribunal Provincial, integrado por personas que hayan sufrido persecución (...) y que sean conocedoras de todos los elementos sobre los cuales se ha de realizar servicio de información o investigación”48. Y también de inmediato, desde los primeros días de abril, comenzaron los Consejos de Guerra y las subsiguientes ejecuciones49

La represión, como es lógico, no alcanzó sólo a los anarquistas, pero sí recayó en ellos en mayor medida. La falta de análisis al respecto acerca de la represión franquista, tanto de la capital como de la provincia nos impide profundizar en este capítulo, pero  las fuentes orales consultadas y la memoria colectiva no dudan de esta aseveración.

Con todo y a pesar del exilio, las muertes y encarcelamientos, las torturas y la “violencia arbitraria”50 ejercida sobre la población –a través de panfletos, alocuciones y discursos periodísticos inflamados de arengas encaminadas a forzar las delaciones–, la historia del anarquismo conquense aún tendrá un último capítulo. Contamos con dos testimonios que avalan esta afirmación.

El primero es oficial: se trata de  un informe enviado por la Confederación Regional de Centro al Comité de la CNT en el exilio51, en el año 1946, dando cuenta de la reorganización del Movimiento Libertario en las prisiones, a partir del año 1940. Se refiere a todo el territorio en general, aunque entre otras provincias cita expresamente a Cuenca; además el informe incluye  la “Situación actual de la Región” con datos concretos de cada una de las provincias integradas en la Confederación. Dada la brevedad de lo referido con respecto a Cuenca lo reproducimos textualmente:

“Aquí las raíces confederales son más antiguas. Fue una de las primeras que se sumó valientemente al movimiento anarcosindicalista, pero este estuvo limitado a la capital, hasta que sobrevino la guerra civil y pudo adquirir gran desarrollo en los pueblos. La represión fue tan bárbara que quedaron eliminados gran número de los más destacados militantes.

El desarrollo actual es muy limitado, aunque por fortuna está orientado por un buen C.P. que controla núcleos extendidos por las comarcas. Existen actividades subterráneas de los grupos guerrilleros que viven en su serranía, pero de un carácter más esporádico que en Ciudad Real y Toledo.

Las relaciones de nuestro Movimiento con las demás fuerzas son cordiales pero poco eficaces a causa de la apatía enervante que predomina en ellos.

Recientemente fueron detenidos más de una veintena de compañeros en la capital y pueblos de la provincia, debido a una maquinación odiosa montada por la Guardia Civil. A pesar del percance otros compañeros han reemplazado a los detenidos y el C.P. no ha dejado de funcionar.”

El segundo, un testimonio oral, vino a confirmarnos que efectivamente, pasados los primeros meses, hacía el año 1941 comenzó de nuevo a reorganizarse la lucha y las aportaciones económicas:

“al terminar la guerra, cuando trajeron a mi tío al Seminario, después de estar en un campo de concentración en Zaragoza, en Torrero, empecé a colaborar; en el tren venía la propaganda y los cupones, escondida en la levadura del pan o entre la fruta; otro compañero y yo (...) la recogíamos con el carro y la repartíamos en la plaza (del Mercado) y la Renfe  y como yo subía el 'pescao' a la cárcel (del Seminario), aunque sólo podía pasar a la cocina la dejaba aquí y un cocinero la hacía llegar a los presos”48

Esta situación parece que se mantuvo así  más o menos  hasta el final de la década en que “las dificultades cada vez mayores, el cansancio y por qué no decirlo la desmotivación pusieron fin a esta lucha”.


6. Conclusiones

Las relaciones laborales en un marco preindustrial y un fuerte entramado caciquil y clerical, vinculado siempre a la derecha más conservadora, va a ser el marco en que se inicie un asociacionismo obrero que, impulsado por la presencia de unas figuras con un fuerte poder de atracción va a hacer bascular a una buena parte de la población trabajadora de la capital conquense hacia posturas ideológicas más radicales.

Los cambios observados en la II República, en cuanto a las relaciones económicas y sociales, no harán sino reforzar un sector anarquista cada vez más numeroso, aun dentro de la débil afiliación de la clase trabajadora conquense, que se irá incrementando ante la contundencia de las autoridades locales para frenar el aumento de la conflictividad durante estos años; una actuación que responde más a un mimetismo  ante  la situación nacional que a la propia “agresión” local.

La guerra, por último, vendrá a consolidar un dominio hasta ahora restringido a la capital, donde lo seguirá siendo prácticamente durante todo el período, pero que incluso se irá haciendo extensivo a la provincia, en colaboración con la central socialista, implantada mayoritariamente en ésta. Un control asegurado en los primeros momentos gracias a la ayuda llegada de Madrid, pero igualmente reforzado por la  característica “indolencia” de la población conquense, que tradicionalmente asume las directrices marcadas por el gobierno de Madrid; lo que en este caso vino a favorecer al único sector “militante” de la sociedad conquense.

Esta comunicación fue publicada por primera vez en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.1 (abril de 2006)

1.- Respectivamente, Á. Luis López Villaverde, Cuenca durante la II República: elecciones, partidos y vida política, 1931-1936 (Cuenca, 1997); Ana Belén Rodríguez Patiño, La Guerra Civil en Cuenca (1936-1939), tesis inédita leída en la Universidad Complutense de Madrid el 26 de febrero de 2002.

2.- Ver al respecto Á. Luis López Villaverde, “Pervivencias caciquiles y conservadurismo en la provincia de Cuenca (1931-1936)”: Añil. Cuadernos de Castilla-La Mancha 3 (marzo 1994) 54-59.

3.- M. Ángel Troitiño Vinuesa, Cuenca: evolución y crisis de una vieja ciudad castellana (Madrid 1984), en especial las páginas 231-256. En 1917, de 131 establecimientos fabriles, tan sólo 23 podían ser considerados de carácter industrial; de entre éstos, 6 pertenecían a la rama de alimentación, 9 a la de madera y el resto se repartían entre textil (2), Herrería y calderería (4) y fábricas de luz (2); pero aun estos establecimientos considerados industriales disponían de un número reducido de operarios.

4.- Se trata de La Fraternal, una sociedad benéfica y filantrópica creada el 27 de abril de 1903, con el objeto de mejorar intelectual, moral y materialmente a la clase obrera, lo que incluía desde las ayudas por enfermedad y muerte hasta actividades educativas y culturales. Hay que destacar que muchos de sus afiliados lo estarán posteriormente también en La Aurora, que, como veremos, inicia el asociacionismo de clase y será el germen sindical de donde arranque tanto la UGT como la CNT de la capital.

5.- Max Nettlau, “Documentos sobre la Internacional y la Alianza en España” (1969), en Luis Esteban Barahona, La I Internacional en Castilla-La Mancha (Madrid 1998) 96 (y cita 61). Francisco Mora abandonará la Alianza española un año más tarde para unirse a Lafargue y será uno de los fundadores del PSOE, pero en la fecha de que data la carta pertenece al Comité Federal y se encuentra exiliado en Portugal junto con Morago y Anselmo Lorenzo para fundar una sección de la Alianza en este país.

6.- Tierra y Libertad (Barcelona, 31 mayo 1911) 4. El dato es puntual pero a nuestro juicio importante. Felipe de la Rica, empleado de contribuciones, figura también en una curiosa “Relación de individuos de ideas avanzadas” que el gobernador civil de Cuenca remite al Ministerio de Gobernación en 1922, a los que calificaba de “sospechosos: personas de cuidado”. Junto a él, Pascasio Muñoz, obrero; Anselmo Belinchón, sastre –fundador de La Aurora-; Abel Abad –republicano lerrouxista-; y D. Emilio Sánchez Vera, hermano del fiscal de la Audiencia (sic) -republicano.

7.- Nacida el 18 de julio de 1914, se trataba en realidad de una federación de sociedades creada con la finalidad de “estudiar las condiciones de trabajo locales (...) de tener en todo momento ‘una bolsa de trabajo’ en la que figuren por oficios los obreros parados, para darles ocupación tan pronto lo consientan las necesidades de la industria; y son estas sociedades federadas las que han de acudir frecuentemente a solicitar trabajo cerca del municipio, de la diputación, de las autoridades en general, para que no se dé el caso de que emigren los trabajadores locales y sean suplantados por obreros de otras localidades”. Electra 26 (Cuenca, 20 octubre 1930).

8.- Ver al respecto A. Luis López Villaverde e Isidro Sánchez Sánchez, Historia y evolución de la prensa conquense (1811-1939) (Cuenca 1998), en especial las páginas 55, 91, 244 y 247-249.

9.- Á. Luis López Villaverde, “Los orígenes del asociacionismo obrero conquense (1903-1930)”: Añil. Cuadernos de Castilla-La Mancha 11 (otoño 1996) 68-70.

10.- La Lucha 152 (1 julio 1923) y 153 (8 julio 1923).

11.- La Lucha 320 (10 octubre 1926) y 321 (17 octubre 1926), en contestación a los artículos de El Día de Cuenca de 5, 9 y 10 de octubre. La polémica se había iniciado por la negativa de Felipe de la Rica, según sus palabras, a publicar en La lucha, de la que era director, un artículo de Crédulo M. Escobar cargado de injurias a la directiva de La Fraternal.

12.- Para más información sobre este taller masónico remitimos a los artículos y comunicaciones publicados al respecto por A. L. López Villaverde y A. R. del Valle Calzado, entre los que destacan: “Masonería conquense durante la II República: el triángulo Electra”: Cuenca 36 (1990), 59-70; “La masonería en el avance del republicanismo conquense: la logia y el decenario Electra”, en J. A. Ferrer Benimeli (coord.), La masonería española entre Europa y América II (Zaragoza 1995) 659-670.

13.- La Lucha 360 (31 julio 1927). El subrayado y negrita en el original.

14.- La Aurora va a ser reformada en tres ocasiones, en mayo de 1915, abril de 1920 y por último en julio de 1929, en que pasa a constituirse en Federación provincial de sociedades y secciones obreras. Sobre su pluralidad, su reglamento era muy claro: “esta Federación respeta en su más amplia libertad el pensamiento de todos y cada uno de sus componentes, siempre que se desenvuelvan dentro de la organización y aspiren a la emancipación de la clase proletaria”. Reglamento de La Aurora (1929). Biblioteca pública de Cuenca.

15.- “No se puede (decía Víctor Delgado) colaborar con una república que fulminantemente no separa a la Iglesia del Estado y confisca sus bienes y no da solución adecuada al latifundio y minifundio (...). Ahora bien, esta no colaboración no quiere decir que no estemos prestos a defender la actual situación si los elementos reaccionarios intentaran restaurar su pasado, que chorrea sangre y oprobio”, La Voz de Cuenca 457 (5 mayo 1931).

16.- En la entrevista oral mantenida con Jesús Muelas en Madrid (15 octubre 2002), este militante nos recalcó cómo uno de los compañeros, representante de la sección de Artes Gráficas, de mayoría ugetista, tuvo que votar la otra lista, por disciplina de voto, a pesar de que era anarquista.

17.- El nuevo local, en Alonso de Ojeda, número 7, se había inaugurado en octubre de 1930. Tras la escisión, Miguel Ábalos adquirió el local en nombre de los nuevos representantes, pero aun cuando pronto pasarían a ser Federación provincial adscrita a la CNT, seguiría figurando La Aurora como titular. Hemos consultado documentos que acreditan los problemas económicos de la Federación conquense para hacer frente al pago, que en los primeros años era de 1.000 pesetas, según nos contó Jesús Muelas, pero este hecho motivará las acusaciones de incautación de este local de que fueron objeto los anarquistas conquenses y sin duda hasta la actualidad ha dificultado su devolución.

18.- Ya en la toma de posesión, en la que intervinieron algunos representantes de la Federación madrileña para defender la estrategia sindical de la CNT, Víctor Delgado retomó el discurso de mayo y atacó a los políticos por haber traicionado a la “revolución española”, La Voz de Cuenca 482 (27 octubre 1931).

19.-En su entrevista en El Sol 4.995 (Madrid, 7 enero 1932), Garcitoral afirmaba que“Las numerosas sociedades obreras que en esta provincia se han constituido desde la implantación de la República carecen de la disciplina necesaria, del puro sentido de la defensa. Muchísimas están manejadas bajo cuerda por desafectos al régimen que se ocultan sabiamente. (...) Las Sociedades Obreras, ni son socialistas, ni comunistas, ni sindicalistas. Son sociedades movidas por un afán de revancha, afán que a veces, desgraciadamente bastantes, va más allá de lo debido.” Poco después, este político radical-socialista, antiguo secretario de Marcelino Domingo, fue cesado en su cargo de gobernador de Cuenca.

20.- Este semanario tuvo dos etapas: la primera, entre 1932 y 1934 y una segunda entre 1936 y 1938, dirigidas, respectivamente, por Víctor Delgado y Felipe de la Rica.

21.- En septiembre del año anterior se había constituido la sociedad de oficios varios y dos meses después la sección de albañiles decidió por unanimidad ingresar en la CNT.

22.- La primera huelga general tuvo lugar a primeros de octubre de 1932 ante la negativa de las autoridades a incrementar la zona de regadío en los alrededores de la capital para paliar el paro obrero, tal como había propuesto la Federación Provincial de Trabajadores. La huelga, considerada ilegal, se fue caldeando y se produjeron algunos incidentes que se saldaron con la clausura de la Casa del Pueblo y la detención de siete personas, entre las cuales se encontraban el presidente de aquélla, el secretario de oficios varios y el de la Federación. En enero fueron puestos en libertad los cuatro restantes, pero estos aún tardaron en salir. Pocos meses después, los días 17 y 18 de abril de 1933, una nueva huelga general (declarada también ilegal) convocada por los sindicatos de la madera y de la construcción por los numerosos despidos en el sector, se saldó con nuevas detenciones y el cierre de la sede, tras los incidentes de la Resinera.

23.- En una entrevista mantenida con un antiguo militante hace ya una década, Baltasar Iniesta, confirmó que muchos militantes ingresaron en la Federación no tanto por su ideología anarquista sino por su desengaño respecto a las timoratas reformas gubernamentales.

24.- Desmoralizados y sin muchas ganas de contribuir a la causa, pues también el informe recogía la falta de pago de los cupones por parte de “los escasos pueblos organizados en la provincia” lo que atribuía “más que nada, a su falta de preparación ideológica”. Actas de la Federación Regional de Centro de locales y comarcales (6 de mayo de 1934). Fundación Anselmo Lorenzo. Documentación microfilmada del Comité Nacional de la CNT. Rollo 175. 68B, carpeta 2.

25.- En los últimos días de julio de 1935 fueron detenidos varios jóvenes libertarios, acusados de estar preparando un “tenebroso complot izquierdista”, como aireaba la prensa más reaccionaria (ABC y El Defensor de Cuenca), que fueron puestos en libertad tras demostrarse en el juicio la falsedad de tales argumentaciones y que sirvió, curiosamente, para mejorar la imagen de sus defensores (el socialista Cubertoret y el republicano de izquierdas Aurelio López-Malo) entre la militancia obrera conquense.

26.- Si tenemos en cuenta que la capital conquense tenía 20.086 habitantes en 1936, nos encontramos con un porcentaje de afiliados cenetistas cercano al 5,3 por 100 en relación a la población total. Las cifras de afiliación a la UGT en este momento se sitúan en torno a los 460, pero frente al incremento que la CNT experimentará en los primeros meses de la revolución ( 3.428 afiliados en 1937), la UGT pasará a 350 en julio de 1937 y 902 en el año siguiente.

27.- Datos que se desprenden de la consulta de la obra de N. Rodrigo González, Las colectividades agrarias en Castilla-La Mancha (Toledo 1985) 31. En años anteriores, algunas fuentes mencionan afiliados en Talayuelas (Antonio Ortiz, “Panorama electoral de las provincias castellanomanchegas en 1930: el último intento caciquil frente a la República”, en Transformaciones burguesas, cambios políticos y evolución social 1, Toledo 1988, 469), Cardenete, Naharros y Alcantud (Adelante! 16, 18 febrero 1933) y Fuentes, Uña, Cañete o Villar de Olalla (estos últimos municipios facilitados por Baltasar Iniesta).

28.- En informe remitido al Comité Nacional de fecha 6 de julio de 1936, esta Federación manifiesta esta queja, con respecto a los pueblos que afirma tener “en período constitutivo”: Olivares del Júcar, Salvacañete, Uña, Motilla del Palancar, Zafrilla, Casas de Fernando Alonso, Villanueva de los Escuderos, Cañaveras, Narboneta, Mohorte, Hinojosa del Castillo, Fuentes, Pineda del Castillo y Garaballa. Fundación Anselmo Lorenzo. Documentación microfilmada del Comité Nacional de la CNT, Federación Regional de Centro, rollo 128B, 50ª, carpeta 4.

29.- Un testigo de los hechos (Jesús Muelas) nos ha reiterado recientemente en una entrevista oral la certeza de la procedencia de los disparos desde el convento, contradiciendo otros testimonios de contemporáneos o las afirmaciones de algunos clérigos actuales que siguen empeñados en mantener el victimismo clerical y el lenguaje de Cruzada.

30.- Para más información al respecto, remitimos a A. Luis López Villaverde, “La Iglesia de Cuenca durante la II República (1931-1936)” Hispania Sacra 99 (1997) 73-85.

31.- Para más información remitimos al capítulo de Ana Belén Rodríguez Patiño, “La guerra civil en una provincia sin historia: Cuenca”, en Manuel Ortiz Heras (coord.), La guerra civil en Castilla-La Mancha. De El Alcázar a los Llanos (Madrid 2000). Como ya se avanzó, esta autora ha leído recientemente su tesis doctoral sobre la Guerra Civil y aporta una información imprescindible sobre el tema, en espera de su pronta publicación.

32.- En este punto, tras hacer una precisa reconstrucción de los hechos, Rodríguez Patiño califica de “desmesurada” esta reacción y de “exageración” de su gesto por cuanto “la tranquilidad marcaba aquella calurosa noche en la pacífica Cuenca” (tesis citada, páginas 200-206).

33.- Fue célebre el episodio protagonizado por los anarquistas de Tarancón (a mitad de camino entre Madrid y Cuenca, en la carretera hacia Valencia), al retener a los miembros del gobierno en su “huida” a Valencia, casi el único conocido a nivel nacional del anarquismo y aun de la guerra civil en Cuenca.

34.- La información sobre el desarrollo militar se basa fundamentalmente en las aportaciones de A. B. Rodríquez Patiño en las obras citadas.

35.- CNT (Madrid, 25 agosto 1936).

36.- Tres hospitales militares se crearon en la provincia, en Uclés, Valdeganga y Cañete. Los dos primeros recibían heridos del frente de Madrid y en múltiples testimonios de brigadistas internacionales recuerdan su paso por ellos. No sabemos si su organización y mantenimiento dependía directamente de la CNT, pero en la memoria colectiva se recuerdan como hospitales de los anarquistas.

37.- Aunque las fuentes difieren, A. Belén Rodríguez Patiño da una cifra total de 516 represaliados en la provincia durante todo el período. De ellos 134 lo serían en la capital. Con respecto a éstos y por profesiones serían: 36 religiosos, 16 profesionales liberales, 15 jornaleros, 15 pequeños propietarios, 9 industriales, 8 empleados públicos, 7 empleados privados, 6 artesanos, 4 estudiantes y 2 jubilados.

38.- Para más información al respecto, consultar Natividad Rodrigo González, Las colectividades agrarias en Castilla-La Mancha (Toledo 1985). Algunas colectividades como la de Huete (mixta) o Villas Viejas (CNT) se habían iniciado ya en agosto de 1936, pero el impulso mayor se realizará a partir de 1937. También para las colectividades libertarias, más datos en José Luis Gutiérrez Molina, Colectividades libertarias en Castilla-La Nueva (Campo Abierto, Madrid 1977). Este autor, cuya fuente directa son los informes de la Federación Regional de Campesinos del Centro, cita 65 colectividades anarquistas, atribuyendo según parece a la CNT, las 60 colectividades mixtas que aparecen en los datos del IRA.

39.- Destacan, en este sentido, las de Cardenete, una de las primeras que se fundó con más de 320 colectivistas o Iniesta, que aunque duró pocos meses, contó con mas de 640.

40.- José Peirats, La CNT en la Revolución Española (Móstoles 1998) 342ss.

41.- La actuación obrera en estos casos denota todavía cierto carácter de “rebeldes primitivos” que ha acompañado al anarquismo conquense desde sus comienzos; es más una respuesta a las formas de relación anteriores al conflicto, continuando en cierta medida una relación paternalista, aunque en este caso a la inversa, que  una respuesta “lógica” al momento revolucionario que se está viviendo.

42.- “¿Hasta cuando vamos a tener que soportar la acción corrosiva de los incontrolables?” se preguntaban en Cuenca Roja el 16 de mayo de 1937, evitando nombrar a los anarquistas a los que despectivamente denominarán siempre incontrolables o incontrolados, además de contrarrevolucionarios, aunque esta acusación será mutua.

43.- A finales de 1937 se puso también en marcha en Cuenca una delegación de la SIA, impulsada por el Comité Provincial de la CNT, de la que se hizo cargo José Fariñas, secretario de la sección de funcionarios públicos de la CNT madrileña, destinado a Cuenca en noviembre de este año. La documentación que hemos podido consultar acerca de las campañas llevadas a cabo por esta organización, nos muestra además de la  respuesta de la población, la disposición que esta delegación tenía para colaborar con las autoridades, que no dudaron después en atribuir los éxitos a la labor del SRI. Fundación Anselmo Lorenzo. Documentación microfilmada del Comité Nacional de la CNT. Rollo 164, 65B, carpeta 1.

44.- BOPC, 6 marzo 1939. Circular haciéndose cargo del mando interino de la provincia (por ausentarse debidamente autorizado (...) D. Jesús Monzón) el Sr. Comandante Militar… como también recoge A. Belén Rodríguez Patiño, aunque el nombramiento había sido oficial, en Cuenca fue interpretado como un abandono de su puesto en un momento crítico (tesis citada, páginas 601 y 602).

45.- Diario de la 1ª Compañia de Radiodifusión y propaganda en los frentes, editado en la capital, que pronto pasaría a ser el órgano de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. En Albatera también es detenido Sigfrido Catalá y de allí es enviado a Portacoeli. En el año 44, tras salir de la cárcel, se incorpora a la lucha clandestina. Velada en memoria y recuerdo de Sigfrido Catalá Tineo (Valencia 1978). Fundación Anselmo Lorenzo, F/122.

46.- Unidad 3 (25 abril 1939), 5 (27 abril 1939) y 18 (10 mayo 1939). Los detenidos y fusilados fueron Elías Cruz Moya, Gerardo Alcañiz y Agustín Álvarez de la CNT y la FAI; Ismael Hermosilla y Ventura Cañas de la UGT y Pedro Navarro de IR. También hemos podido indagar sobre algunos de los demás miembros: Felipe de la Rica fue detenido en Cuenca, donde permaneció y murió de un disparo en la cárcel en 1940; Máximo Parrilla, de IR, según consta en su expediente del Tribunal de Responsabilidades Políticas, “se suicidó al triunfar el movimiento” (sic).

47.- El nuevo gobernador, José María Frontera de Haro, entre otras muchas cosas, como la prohibición de la blasfemia, había publicado también el día 10 de abril, una circular poniendo en conocimiento de las autoridades locales, empresarios de espectáculos y público en general, que no podría representarse ninguna sesión de cine sin que antes se hubiese provisto el empresario de una efigie del Generalísimo y de un disco del Himno Nacional del que deberían interpretarse al menos los diecisiete primeros compases. BOP, 10 de abril de 1939, Archivo Histórico Provincial.

48.- Unidad 1 (19 abril 1939).

49.- Al respecto consultar David Prieto Jiménez, “Aproximación a la represión física durante la posguerra en Cuenca capital (1939-1945)”, en El Franquismo: El Régimen y La Oposición. Actas de las IV jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos (Guadalajara 2000). Prieto Jiménez da una cifra de 301 ejecutados entre 1939 y 1944; de ellos, 49 en 1939, 186 en 1940 y 40 en 1941.

50.- Ibíd., 703.

51.- Informe recogido en J. M. Molina, El movimiento clandestino en España. 1939-1949 (México 1976) 358-366.

52.- Testimonio oral de E. Delgado Cañas que en 1941 tenía 14 años. Según nos contó era entre los ferroviarios y en la fábrica de maderas donde se encontraban los principales núcleos de apoyo.